206 PANORAMAS DE LA VIDA
silvestres, que yo aspiraba al paso, inclinándome sobre sus perfumados cálices.
De súbito, por entre la reja de una de aquellas ventanas, una mano asió mi brazo.
Volvíme sobrecojida de espanto; pero cesó este, cuando en vez de un bandido, ví 4 una mujer, que atrayéndome á sí, con voz angustiosa—¡ Por el amor de Dios!—exclamó—quien quiera que seas, ayúdame á salir de esta prision, donde muero de rabia y de terror!
Miréla sorprendida, no solo por su presencia en aquel palacio desierto; sino por su estraordinaria belleza.
El blanco fipoy paraguayo cubria su esbelto cuerpo; y sobre él derramábase en negras Ondas su negra cabellera.
—Qué debo hacer para libertarte, hermosa criatura ?—díjela, estrechando sus manos—Habla . - - - Pero dime, antes, cómo es que te encuentras aquí, secuestrada en este sitio, que no es ciertamente una prision, sino un palacio de recreo.
—El tiempo apremia—respondió ella—pueden encontrarte aquí, hablando conmigo; y en ese caso tu muerte es cierta. Ya lo sabes. Ahora, quiéres oírme ?
—Sí, habla.
—Mi historia es corta: héla aquí.