PEREGRINACIONES 203
Al tomar pasage en él, dijéronme que pertenecia á mi huéspeda.
Aquella mujer, como lo habia dicho su esclava, traficaba con todo.
De regreso á la posada, encontré mi cuarto coquetamente arreglado por Francisca con frescas y perfumadas flores que habia furtivamente cortado en el jardin, y traido ocultas en su delantal.
Por mas que se denigre á esa raza desventurada, cuán noble y agradecida es el alma de los negros.
Para llenar el tiempo, y sustraerme á mi impaciencia, pasaba el dia recorriendo los alrededores de la ciudad, que son deliciosos, así en su parte agreste como en la cultivada.
Encontraba algunas veces perspectivas tan bellas que para contemplerlas de mas cerca alejábame insensiblemente de la ciudad á pesar de las recomendaciones de las gentes de la posada, que vituperaban mi imprudente confianza en aquellos parajes donde los negros cimarrones se ocultan y asaltan á los paseantes.
Yo los habia encontrado muchas veces en aquellas escursiones; pero léjos de mostrárseme hostiles, habíanme tendido suplicantes las manos, pidiéndome limosna y silencio.