PEREGRINACIONES 197 Mi hijo! ¿dónde está mi hijo ?—gritaba á su oído, sin atender al estado, en que se hallaba aquel desgraciado, que murió pocos minutos despues, pero dejándome una luz de esperanza que ha sustentado mi vida durante estos tresaños corridospara mí como siglos, en busca de mi hijo.
Díjome que cuando desangrado y exánime, yacía en lo hondo del foso, y en tanto que los salvajes se entregaban al saqueo, vió á la jóven madrina de mi niño trayéndolo en brazos, inclinarse sobre la zanja, tomar al niño por el largo cinturon que ceñia sus vestidos y deslizarlo hasta el fondo cubierto de altas malezas. Vió tambien que en ese momento, dos salvajes, apoderándose de ella se la llevaron.
Corrí á la zanja; rejistréla en todos sentidos. ¡Ay! nada encontré, sino sangre y cadáveres; mi
—Pero V. no me escucha! . . . . Perdon! La espresion de un largo dolor vuélvese monótona, y fastidia.
Sin responderla, escribia yo en mi cartera el itinerario desde el puerto en que nos hallábamos hasta el puesto de Rio Blanco. Y poniéndolo en su mano:
—i¡ Bendito sea Dios! —exclamé—que me permite pagar á V. su generosa hospitalidad, restituyéndola su hijo!