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Y riendo como un descreido, besóme y se fué á

acostar. vII Desastres

Sinembargo, á mí me fué imposible conciliar el sueño. La leyenda del viejo me tenia helada de temor; y veía los ojos flamígeros de la india en cada luciérnaga que cruzaba volando sobre mi hamaca.

Así pasé la noche; pero los nevados tintes de una expléndida alborada, disiparon mis terrores. Reí de ellos; y saltando del aéreo lecho, díme á correr con las mariposas entre las flores de la ribera.

Y seguimos nuestro viaje, extasiándonos ante los encantados paisages que se desarrollaban á cada revuelta del rio; deplorando su soledad y los peligros que los roban á la admiracion y á la morada del hombre.

Nada mas bello que la confluencia del Bermejo y el Paraguay, que ruedan largo trecho juntos sin mezclar sus aguas.

Allí está Corrientes recostada perezosamente en un lecho de flores á orillas del Paraná.

En esta ciudad debia mi hermano transar un negocio importante; y por esto adelantámos hasta allá nuestro camino, para volver despues, tomando