PEREGRINACIONES 183
callado de un fantasma, salió del toldo, abandonó el campo, y siguió el camino que conduce al rio.
Presa el alma de mortal angustia, corrí en pos suyo, y vilo, llegado que hubo á la orilla, saltar en su canoa, surcar las ondas y caer en manos de los cristianos, que lo arrastraron á su aduar.
Ala hora que hablo, en este momento que pierdo yo en vanas palabras, el valiente jefe de los mocobíes, subyugado por el irresistible gualicho de los blancos, uniráse á ellos, para venir contra nosotros, y
La tribu respondió con un solo grito:
—Venganza !
—Sí!—rugió la india — venganza! pronta! despiadada! terrible! Salvemos al cacique! yo os guiaré. Crucemos el rio tan silenciosos, que no nos sientan ni aun los peces que nadan en su seno; y acometiendo de súbito ¿ los cristianos, llevémoslo todo á sangre y fuego; y que de ellos no quede ni unosolo para contar su desastre. Seguidme!
Y Uladina arrastró consigo á la multitud que cual una legion de espíritus, avanzó callada entre las tinieblas.
Mientras la vengativa esposa sublevaba la cólera de los suyos contra los cristianos, el cacique y su amada penetraban en el templo de la Cangallé, que los misioneros, prevenidos de aquella conversion