182 PANORAMAS DE LA VIDA
encaminóse al campo, y lanzó el grito de guerra de los mocobíes, clamor formidable, cargado de imprecaciones.
Al escucharlo, la tribu entera se alzó en pié, pronta al combate.
Uladina, ornada la frente con la pluma de garza signo de mando, y llevando siempre en la mano la saeta envenenada—Guerreros—exclamó—el gefe que elegisteis bajo el yatay sagrado, aquel á quien confiarais el destino de la tribu, el bravo Rumalí, víctima de los hechizos maléficos de los cristianos, atraido por los conjuros de sus sacerdotes, encuéntrase en poder suyo.
Un grito de horror se elevó entre la multitud.
—Escuchad!—prosiguió la india.
—No ha mucho, en tanto que el cacique dormia, desvelada por un siniestro presentimiento, vijilaba yo, con el oído atento y palpitante el corazon á impulso de un estraño terror.
De súbito ví á Rumalí alzarse de su lecho, tomar sus armas y prepararse á partir.
¿Por qué abandona el jefe su morada—le dije—á la hora en que los espíritus vagan derramando el mal en los senderos del hombre?
Ninguna respuesta salió de lus lábios del cacique; y mudo, cerrados sus ojos, y cual si obedeciera á la influencia de una pesadilla, con el paso rápido y