PEREGRINACIONES 165
v La vida campestre
Al mediar del cuarto dia despues de nuestra partida de Ebron, entramos en una vasta llanura cubierta de oloroso trébol y pastales jigantescos. Alzábanse acá y allá coposos algarrobos cubiertos de blancas flores, y en cuyos troncos chillaba un mundo de cigarras en medio al silencio producido por el calor de esa hora.
Hacía rato que nuestros caballos como poscidos de febril impaciencia exhalaban alegres relinchos y corrian como desbocados, sin obedecer á la brida.
El que yo montaba comenzaba á inquietarme ; pero mis compañeros, riendo de mi temor lo desvanecieron diciéndome que aquella rebelion era la proximidad de la querencia.
De súbito llamó mi atencion un rumor semejante al lejano oleaje del mar.
Miré á mis compañeros para demandarles la causa, y los ví, tan gozosos como nuestros caballos, empuñar el rollo de sus lazos y echar á correr camino adelante.
Seguíalos yo, cada instante mas curiosa de aquel enigma; por que cada instante tambien el misterioso