138 PANORAMAS DE LA VIDA
Esos hijos de la naturaleza llevan el sentimiento religioso profundamente grabado en su alma.
Cantando, meditando y departiendo así, habíamos dejado atrás Lagunilla, Cobos, con sus huertos de naranjos y sus bosques de Yuchanes, y llegamos al lugar donde se bifurca el camino carretero, formando los ramales del Pasage y de las Cuestas, que debíamos nosotros seguir.
Era tarde; el sol habíase ocultado y nos detuvimos en el Puesto de Rioblanco.
El puestero nos recibió muy afable y me ofreció su rancho. Habitábanlo él, su muger y tres niños. Uno de ellos tenia los cabellos blondos, azules los ojos y era bello como un serafin.
—Qué lindos niños!—dije á la puestera—¿Son de usted, amiga mia?
—Estos dos, sí, señora.
—Y este rubito ?—insistí, acariciando los dorados cabellos de la preciosa cabecita.
—Ay]! señiora, el rubio es una historia tristísima —respondió la puestera en voz baja. Y volviéndose á los niños—Vaya, guaguas, —les dijo—á recoger leña, hijos, y encender el fuego, que voy á hacer la merienda.
Los niños corrieron hácia los tuscales vecinos.
—Y bien—dije á la puestera—¿qué hay respecto á ese angelito?