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PEREGRINACIONES 131

Los años son nuestros mejores guardianes en casos semejantes.

Afortunadamente, mis tias no podian oír esta heregía, que jamás habrian perdonado á la pobre Anselma; pues en su calidad de solteronas no querian ser viejas.

En tanto, y mientras las tropas auxiliares perseguian á los invasores, que huían despavoridos, la devastada ciudad se entregaba al duelo por sus hijos muertos en defensa suya.

Un inmenso lamento se alzaba por todas partes, mezclado al lúgubre tañido de las campanas. Grupos de mugeres llorosas, desmelenadas, recorrian las calles, invocando nombres queridos, con todos los gritos del dolor, y durante cuatro dias, los templos, convertidos en capillas ardientes, resonaron con los fúnebres cantos de Job y de Exequías.

Hube de retardar mi partida para acompañar á mis amigas en aquellas dolorosas ceremonias ; pero una vez cumplido este deber, díme prisa á dejar la ciudad, cuya tristeza pesaba sobre mi corazon de un modo imponderable.

Mis conductores, contentos de llevar á sus hogares toda una iliada de sangrientos relatos, presentáronse una mañana ginetesen magníficos caballos chapeados de plata.

Eran dos mocetones fronterizos de arrogante