130 PANORAMAS DE LA VIDA
Y sobre los escombros de los mobiliarios destruidos, llevaban en triunfo á esos seres amados al seno de sus hogares.
Cuando llegué á casa, encontré á mama Anselma llorando, sentada en el umbral de la puerta. La pobre vieja creíame degollada por los anchos cuchillos que habia visto relucir en manos de aquellos bandidos.
Mis tias, levantadas desde el alba, como acostumbraban hacerlo siempre, lavadas, peinadas y vestidas, platicaban tranquilas en el estrado, muy agenas á lo que pasaba; pues Anselma, en su afectuosa solicitud, nada les habia dicho de ello; y como eran sordas no oyeron las detonaciones del combate; y en tanto que en torno suyo corrian torrentes de sangre, las buenas señoras reian y hablaban de sus mocedades, admirándose solamente de la estraña preocupacion de Anselma, que entraba y salia, sin acordarse de servirlas el almuerzo.
Pero cuando yo les referí los horrores de aquella mañana; el pillage, el asesinato y las violencias de que la ciudad fuera teatro durante dos horas, pensaron morirse de terror, y acusaron á Anselma de haberlas espuesto con su silencio, á ser la presa de aquellos bárbaros.
—¿Para qué habia de alarmar á sus mercedes— decia cándidamente Anselma—¿qué podia sucedernos?