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PEREGRINACIONES 123

por que de lo alto de las azoteas, manos invisibles arrojaban sobre ellos una lluvia de piedras que sembró las calles de cadáveres.

Antes que el combate se empeñara, habíame yo refugiado en el convento de las Bernardas. Quise reunirme á Carmela ; pero la portera me dijo que la comunidad se hallaba en el templo ante el Santuario descubierto, cantando el miserere.

El cláustro estaba lleno de señoras que como yó, se habian asilado allí y separadas en grupos, postradas en tierra, oraban, trémulas de espanto.

En cuanto á mí, demasiado turbado estaba mi espíritu para poder elevarse á Dios. Inquieta por la suerte del combate, arrepentíame ya de haberme encerrado en aquel recinto amurallado sin vista esterior, cuando pensé en la torre del convento, observatorio magnífico donde podia mirar sin riesgo de ser vista.

Un momento despues, encontrábame sentada en un andamio de su último piso, junto al nido de una lechuza, que al verme se voló dando siniestros grasnidos.

Horrible fué el espectáculo que se ofreció á mis ojos desde aquella altura que dominaba todas las barricadas.

Sus defensores, despues de seis horas de heroica resistencia, reducidos al tercio de su número,