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PEREGRINACIONES 105

un verdadero huracan, un wals de una velocidad vertiginosa, que los otros acojieron con hurras de gozo; y arrebatando á mis aterradas compañeras entre sus brazos, comenzaron una danza de demonios.

Hasta entónces, el miedo me habia tenido inmóvil acurrucada entre el matorral y la piedra que me sirvió de asiento, conteniendo la respiracion por temor de ser descubierta, por mas que deseara escaparme, descolgáncome, como una galga por la rápida pendiente para ir á la ciudad en busca de auxilio para mis desventuradas amigas.

Cuando los bandidos, arrastrándolas consigo, comenzaron su espantosa ronda, parecióme la ocasion propicia; pero el terror habia de tal manera relajado mis articulaciones, que me fué imposible alzarme del suelo, ni hacer el menor movimiento.

Quedéme, pues, agazapada bajo el matorral, fija la fascinada vista en la danza infernal de aquellos hombres, que pasaban y repasaban delante de mí, en rápidas vueltas, llevando entre sus brazos semimuertas y desmelenadas á esas hermosas jóvenes, poco antes tan alegres y valientes.

—Por los dientes de Parrabás! la mesa! y basta de piruetas !—exclamó de repente Traga Diablos, arrojando lejos de sí el organillo.

Detenidos ála mitad de un compás, los bandidos tomaron del brazo á sus parejas y se dirijieron al