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PEREGRINACIONES 107

El órgano se habia escapado de las manos que lo tocaban ; y el personal de la cuadrilla reunido en un grupo compacto y petrificado, tenia fijos los ojos en una docena de horribles salteadores de miradas torvas, largas é incultas barbas, desgreñados cabellos, sombreros cónicos que cubiertos con el chiripá rojo de los montoneros, y los piés calzados con tamangos de potro, armados de rifles, rewolvers y puñales, las cercaban, estrechando cada vez mas un círculo en torno de ellas.

Cosa estraña! en aquellos rostros patibularios, los ojos eran idénticos ; horribles ojos! de párpados llagados y sangrientos que dilatados como los lábios de una úlcera daban á sus miradas una espresion indecible de ferocidad.

—Hola! hola !—exclamó el capataz de la banda,


un hombron descomunal de erizada cabellera.

—¡Bienvenidas las bellas chicas, con su música y su riquísima merienda! ¡Qué me ahorquen si esto no se llama miel sobre buñuelos! Bailaremos y merendaremos juntitos; y luego, en santa union y compañía iremos á reposar en nuestra caverna. Yá vereis!

— ¡Misericordia! — exclamaron mis pobres compañeras, pálidas de terror, cayendo á los piés del bandido—¡ Por el amor de Dios !—decia una.

—i¡ Tenga V. piedad de nosotros !—clamaba otra.