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solamente por el esfuerzo, bravura y animosidad del nunca bien ponderado Antonio de Leiva.

Así, pues, el 24 de enero de 1525 salió de Lodi el ejército cesáreo, mal pagado, hambriento y desarrapado, en busca del francés, lucido, bien provisto, superior en fuerzas y favorecido por el terreno. Con la aproximación de ambos ejércitos comenzó á mejorar la situación de Pavía y á cobrar algún recelo Francisco I, porque dejando de combatirla, sólo se ocupaba en fortificar su campo, vigilarlo de noche y de día y reconcentrar todos los destacamentos, teniendo que sostener continuas escaramuzas con los imperiales de dentro y fuera de la ciudad, de las que salieron muy mal librados los franceses. Desamparáronles también en tan críticos momentos diez y seis banderas de grisones y tres de suizos; y la peste y otras dolencias mermaron considerablemente aquel ejército antes tan poderoso.

«El dicho Rey (de Francia)—escribía desde Génova Lope de Soria al Emperador con fecha 26 de enero[1]— está todavía sobre Pavía sin hacerle batería ni pensar en combatirla, sino for-


  1. Col. Salazar—A— 34.