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de la incontrastable fuerza que dan la unión, la virtud y el valor, lo fué ahora también de las lamentables y humillantes consecuencias de la desunión, de la molicie y del afeminamiento.

Estalló la rivalidad entre España y Francia por ejercer su dominación en Italia; muy tarde conoció ésta su desgracia y trató de evitarla, ó cuando menos alejarla excitando el antagonismo de uno y de otro Estado, inclinándose ora al primero, ora al segundo, según las circunstancias; aliándose á veces unos principados con España y otros con Francia, negociando no pocas veces con las dos naciones á la par secretamente para mejor entretenerlas y engañarlas. Pero una vez desarrollado el espíritu de rivalidad y de conquista y más engrandecidas en su interior una y otra, la suerte de Italia estaba prevista: la más fuerte, la más militar ahuyentaría á su contraria y ejercería su dominio en aquella península.

En esta tremenda y obstinada lucha, que ensangrentó mil y mil veces los campos de la hasta entonces próspera y feliz Italia, obtuvo España los más completos y decisivos triunfos sobre su rival. En el momento en que comienza el hilo de esta historia, disputábanse con encarnizamiento Carlos V y Francisco I el duca-