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Oh, cien soles se alzaron por el lado de oriente,
Oh, cien ríos corrieron por la misma pendiente,
Oh, cien lunas de plata brillaron en el cielo
Y cien altas montañas emprendieron el vuelo.


Abrí los brazos: tuve la divina locura
De tocar con mis dedos las cosas de la altura.
Abrí los ojos: tuve la divina tristeza
De beber con los ojos la celeste belleza.


Lloré, lloré sin tregua; grité: Corazón mío,
Detente en el camino que lleva al desvarío;
Pero el corazón mío fué una gota de cera...
Dios. ¿Qué pudo esa gota contra la primavera?...


Fiero amor: en tus manos yo he soltado mi vida;
Acógela. Paloma que se posa rendida
En las garras sangrientas, ya no bate las alas:
Muere de lo que vive; vive de lo que exhalas.


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