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mientos, que pretender detallarlos todos, sería exceder los límites que nos hemos prescripto. Nos propusimos escribir un ensayo y no una historia: dejamos a escritores más hábiles la responsabilidad de esta tarea.

Al reunir los rasgos principales de la carrera política y militar del señor Rosas, hemos tenido que hacer un esfuerzo, por no caer en la exageración que naturalmente inspira la contemplación de virtudes tan eminentes. El señor Rosas es un excelente ciudadano: desdeña la gloria comprada con la sangre, detesta los honores adquiridos con los crímenes, desprecia las riquezas que no se ganan con el trabajo. Su vida pública no presenta hecho alguno que esté en oposición con estos elogios; y si no temiésemos ofender su modestia, encontraríamos en su vida privada muchas pruebas que los confirman.

Sus detractores han podido prodigarle ultrajes, pero ninguno de ellos se atrevió a citar una sola acción que fuese reprensible. ¿Qué podrían decir que no lo desmintiesen mil testigos? Adorado de sus deudos, querido de sus amigos, venerado de sus familiares, nada sería comparable a su dicha, si no hubiese tenido la noble ambición de ser útil a su patria. ¿Se le obligará a arrepentirse ... ? ¡Argentinos! Sed justos y agradecidos, si queréis ser libres y felices.