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acciones, en que el señor Rosas peleó con un valor extraordinario, fueron gloriosas para nuestras tropas. No así después: el Gobernador avanzó hasta el Rosario, en donde mandó al señor Rosas que regresase al sur, para ocuparse en organizar al quinto regimiento de campaña, dándole los despachos de comandante de este cuerpo.

El jefe contrario, informado de esta separación, cargó y triunfó en el Gamonal, a pesar que las fuerzas del señor Rosas fueron reemplazadas con otras más numerosas. Ese revés trastornó el plan de campaña del señor Dorrego, y le obligó a retirarse precipitadamente a Areco, de donde expidió circulares a los jefes de las milicias para que se le incorporasen con sus tropas. El señor Rosas se rindió a las órdenes del Gobernador. trayéndole 600 voluntarios; pero lejos de desear que se encarnizase la lucha, se propuso aprovechar alguna ocasión favorable para aconsejar que se estipulase una paz honrosa.

Pero otros acontecimientos se preparaban en la capital. La Sala de Representantes se reunió el 26 de Septiembre, y elevó al mando al general D. Martín Rodríguez. Apenas su autoridad se proclamaba en la provincia, cuando un movimiento tumultuario, encabezado por el segundo tercio cívico, estalló en la ciudad, y obligó al nuevo Gobernador a invocar el apoyo de las milicias. El señor Rosas, que conforme a las órdenes recibidas marchaba a Areco, al llegar al Puente de Márquez recibió una carta del general Rodríguez, en que soiicitaba su auxilio para vengar este ultraje. El señor Rosas, con aquella severidad de principios que le es can característica, no quiso deferir a una simple comunicación confidencial, y aguardó que se le mandase oficialmente ponerse a las órdenes del nuevo Gobernador.

Bastó su presencia para restablecer el orden en la capital, donde entró el 5 de Octubre al frente de un regimiento de co-