Página:Instrucciones a Los Mayordomos de estancias - Juan Manuel de Rosas.pdf/17

Esta página ha sido corregida

provincia una autoridad que fuese respetada, y que sin embargo no emanaba de ningún poder, y era la de D. Juan Manuel de Rosas. Desde que se había resuelto a vivir en sus tierras, había sentido la necesidad de granjearse el afecto de los habitantes del campo, sobre los cuales había tomado cierto ascendiente, participando en sus trabajos, mezclándose en sus diversiones, auxiliándoles en sus desgracias; mostrándose, en fin, justo, humano y compasivo con todos. Su casa se convirtió en asilo para los desvalidos.

En un país falto de las ventajas de la instrucción, y cuyas costumbres se resienten todavía de nuestra imperfección social, un exceso de severidad lo es también de injusticia, puesto que las faltas, cuando no son repetidas, deben mirarse más bien como vicios de la sociedad, que de los individuos. Antes de declarar a los hombres responsables de sus extravíos, es menester enseñarles a evitarlos. Al paso que las cárceles y los castigos confirman a la juventud en todos sus errores, una vida arreglada y laboriosa ahoga en su corazón el germen corruptor del vicio, e innumerables serían los ejemplos que podríamos citar de los que volvieron a la buena senda, por los paternales cuidados del señor Rosas.

Cuando en Junio de 1820 recibió los despachos de capitán de milicias, el momento no era favorable para enrolarse en el ejército. Sin embargo, afligido del estado de su país, admítió este empleo, y en poco tiempo montó, equipó y armó a sus expensas un numeroso cuerpo de caballería, compuesto en gran parte de sus propios jornaleros, a cuya cabeza marchó para reunirse al Gobernador en campaña. Este refuerzo reanimó el coraje del ejército, que se mostró dispuesto a restablecer su reputación. Después de algunos días de marcha alcanzó al enemigo el 12 de Agosto en San Nicolás, donde tuvo lugar un primer combate, que se continuó en Pavón. Estas