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marejadas que levantaba el viento sur. El último llegó a hora mui avanzada de la noche.

La navegacion del rio duró un dia i medio. Al principio bastaba la fuerza de cuatro remos para salvar la corriente; mas arriba fué preciso tirar los botes con la sirga o llevarlos a pulso, pues rápidas i fuertes correntadas dificultan la navegacion. También las múltiples vueltas que describe el rio retardan mucho el avance. Los pilotos i bogadores de Ralun se mostraban en estos dias verdaderos maestros en su tarea i vencian los obstáculos con admirable destreza.

Nos detuvimos cerca de un cerrito, de cuya altura divisamos que el rio viene de los macizos al oeste, saliendo de una ancha abra, en cuyo fondo está seguramente su lago de oríjen. En la misma abra se presenta el característico cordón de los Castillos, con sus cuatro cumbres nevadas que recordamos mui bien de la espedicion del rio Puelo. Ya hacia tiempo que lo buscábamos i creiamos hallarlo al N o al E: su situación al O de nuestro punto de observacion documenta que estas caprichosas e inaccesibles crestas pertenecen a los macizos intermediarios i no a los cordones que forman la división interoceánica de las aguas i que están al este de nuestro valle.

Desde otra loma mas alta divisamos algunas lagunitas que desaguan en un rio, apellidado por nosotros rio Cholila, afluente del Ftaleufu. El valle principal se estiende mui al norte, su terreno es ondulado i de carácter de pampa. Esta vasta estension nos hizo desistir por el momento de la esploracion del oríjen del Ftaleufu i avanzar hácia el norte en busca de un boquete que facilitara una comunicación con la Arjentina. Los botes fueron colgados en un bosquecillo i las cargas arregladas de tal modo que cada peon iba con una sola. Después de tres horas de marcha, llegamos al pié de un peñasco aislado, donde acampamos. La noche, como de regla, en la pampa era fria; el termómetro de mínima indicó cuatro grados bajo cero.

Durante el dia 26 proseguimos el valle que asciende paulatinamente. Hasta una distancia de 20 kilómetros desde el depósito de botes, no habiamos hallado ningún rastro que nos indicara la cercanía de vivientes. Para las marchas por estensas pampas no llevábamos los víveres suficientes, pues creíamos conseguir carne en la colonia Cholila. La jente ya carecia de ojotas, a consecuencia de las marchas penosas por el monte patrio; unos andaban descal-