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Edgardo Poe

—¡Ah! si hubiera sabido que estaba usted aqui!...

Hace mucho tiempo que no le he visto, y no podia figurarme que me visitaría precisamente esta noche.

En el camino he encontrado al teniente G..., gobernador del fuerte, y sin reflexionar le he prestado mi escarabajo; de modo que no podrá usted verle hasta mañana á primera hora. Quédese aquí esta noche, y enviaré á Júpiter á buscarle al salir el sol. Es la cosa más bonita que podría ver en el mundo.

—¡La salida del sol!

—¡No, hombre, el escarabajo! Su color es de oro brillante; su tamaño el de una nuez; tiene dos manchas de negro azabache en una extremidad del dorso, y otra más prolongada en la opuesta. Las antenas son...

—No tiene estaño (1), massa Guillermo—interrumpió Júpiter—yo se lo aseguro; el escarabajo es de oro, de oro macizo, por dentro y por fuera, excepto las alas; jamás he visto otro que pesara ni la mitad.

—Bien, admitamos que tienes razón, Júpiter—repuso Legrand con más viveza de la que el asunto merecía en mi concepto;—pero esto no es una razón para que dejes quemar las gallinas.—El color del insectoañadió dirigiéndose á mi—bastaría en verdad para creer que Júpiter tiene razón. Nunca habrá visto usted un brillo metálico tan vivo como el de sus elitros; pero no podrá juzgar hasta mañana. Entre tanto procuraré darle idea de su forma.

(1) La pronunciación de la palabra antennæ (antenas), hace que Júpiter cometa una equivocación, pues cree que se habla de estaño: Dey aint no tin in him (no hay estaño en él): es un equívoco intraducible. El negro de aquel país hablará siempre en una especie de paluá inglés que no sería posible imitar con el paluá del negro francés, así como el bajo—normando ó el bretón no traduciría el irlandés.