cabello es muy extraordinario... no es cabello humano!
—Yo no he dicho que lo sea—repuso Dupin;—pero antes de dar por discutido este punto deseo que examine usted de una ojeada el dibujo que he trazado en este papel. Es un fac simile que representa lo que algunos declarantes califican de excoriaciones negruzcas y profundos arañazos reconocidos en el cuello de la señorita de Espanaye, y que el médico Dumas y su colega Etienne calificaron de serie de manchas lividas evidentemente producidas por la presión de los dedos.
—Ya ve usted—continuó mi amigo, desdoblando el papel sobre la mesa—que este dibujo da idea de un puño sólido y firme. Aquí no hay la menor señal de que los dedos se hayan deslizado; cada uno sujeto, tal vez hasta la muerte de la víctima, la terrible presa que habia hecho, y en la cual se amoldó. Procure usted ahora colocar todos sus dedos á la vez en el dibujo, y cada uno en la señal analoga marcada aquí.
Traté de hacerlo, pero inútilmente.
—Es posible—dijo Dupin—que no hagamos este experimento convenientemente, pues el papel se ha extendido sobre una superficie plana, y el cuello humano es cilindrico; pero he aquí un pedazo de madera que tiene poco más ó menos la misma circunferencia..
Ponga usted el dibujo alrededor y repitamos la prueba.
Hicelo así, pero la dificultad fué más evidente aún que la primera vez.
—Esto—dije yo—no es la señal de una mano humana.
—Pues ahora—repuso Dupin—lea usted este pasaje de Cuvier.
Era la historia minuciosa, anatómica y descriptiva del Orangutang leonado de las islas de la India Oriental, uno de los cuadrumanos más corpulentos. Todo el mundo conoce lo bastante la gigantesca estatura, la fuerza y agilidad prodigiosas, la ferocidad salvaje y las