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XXXIV
Edgardo Poe

lo ordene al órgano que los emite, son fenómenos que deben clasificarse en el mismo orden.

En el seno de esta literatura, donde el aire está rarificado, el espíritu puede experimentar esa vaga angustia, ese temor que llama las lágrimas á los ojos, y ese malestar. de corazón que se producen en las inmensas regiones; pero la admiración es más fuerte, y además¡hay tanta grandeza en el arte! El fondo y los accesorios convienen con los sentimientos de los personajes: soledad de la naturaleza ó agitación de las ciudades, todo está descrito nerviosa y fantásticamente. Así como á Eugenio Delacroix, que elevó su arte á la altura de la gran poesía, á Edgardo Poe le agradaba agitar sus personajes sobre fondos violaceos y verdosos, donde se revelan la fosforescencia de la podredumbre y las emanaciones de la tempestad. La Naturaleza, que se llama inanimada, participa de la de los seres vivientes, y asi como ellos, estremécese por una sacudida sobrenatural y galvánica. El espacio se ha profundizado por el opio; el opio comunica un sentido mágico á todos los tintes, y hace vibrar todos los rumores con más significativa sonoridad. Á veces descúbrense de improviso en los paisajes del poeta magníficas perspectivas, ricas en luz y color, y entonces se ven aparecer en el fondo de sus horizontes ciudades orientales, arquitecturas, vaporizadas por la distancia y que el sol ilumina con una lluvia de oro.

Los personajes de Poe, ó más bien su personalidadel hombre de facultades excepcionales, el hombre nervioso por excelencia, el hombre cuya ardiente voluntad lanza un reto á las dificultades, aquel cuya mirada se tiende con la rigidez del acero sobre cosas que se engrandecen á medida que las contempla, no es otro sino Poe.—Y sus mujeres, todas luminosas y enfermas, que mueren de males extraños, y hablan con una voz cuyo acento se asemeja á la música, son también