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XXXIII
Su vida y sus obras

á poco, desarróllase una historia cuyo interés se funda en una imperceptible desviación del espiritu, en una hipótesis audaz, en una extralimitación imprudente de la Naturaleza en la amalgama de las facultades.

El lector, presa del vértigo, debe seguir al poeta en sus arrebatadoras deducciones.

Lo repito, ningún hombre ha explicado con tanta magia las excepciones de la vida humana y de la naturaleza; los ardimientos de curiosidad de la convalescencia; el fin de las estaciones con sus esplendores enervantes; el tiempo cálido, húmedo y brumoso, en el cual el viento del sur ablanda y distiende los nervios como las cuerdas de un instrumento, en que los ojos se llenan de lágrimas que no provienen del corazón; las alucinaciones, dejando al pronto un lugar á la duda, parecen muy pronto una realidad; lo absurdo se apodera de la inteligencia y gobiernala con espantosa lógico; la histeria usurpa su puesto á la voluntad; prodúcese la contradicción entre los nervios y el espíritu, y el hombre se desconcierta hasta el punto de expresar el dolor con la risa. El poeta analiza lo que hay más fugitivo, pesa lo imponderable, y describe de esa manera minuciosa y científica cuyos efectos son terribles, todo lo imaginario que flota al rededor del hombre nervioso y le conduce al mal.

El ardimiento mismo con que se lanza en lo grotesco por amor á lo grotesco, y en lo horrible por amor á lo horrible, me sirve para reconocer la sinceridad de su obra y el acuerdo del hombre con el poeta. He dicho ya que en varios individuos era á menudo resultado de una gran energía vital inactiva, algunas veces de una pureza tenaz, y también de una profunda sensibilidad rechazada. La voluptuosidad sobrenatural que el hombre puede experimentar al ver correr su propia sangre; los movimientos repentinos, violentos é inútiles; los gritos proferidos sin que el espíritu se