tan extravagante? He dicho que recordaba minuciosamente los detalles de aquella habitación, aunque mi triste memoria pierde á menudo cosas de rara importancia. Y sin embargo, no habia en aquel lujo fantástico sistema ó armonía que pudiera imponerse al recuerdo.
La cámara formaba parte de una alta torre de aquella abadia, fortificada como un castillo; tenía la forma pentagonal y grandes dimensiones. Todo el lado sud del pentágono estaba ocupado por una ventana única, formada con un inmenso cristal de Venecia, de un solo pedazo y de color oscuro; de modo que los rayos de la luna difundían sobre todos los objetos interiores una luz siniestra al atravesarle. Sobre aquella enorme ventana prolongábase el enrejado de una antigua parra, cuyas hojas trepaban por las macizas paredes de la torre. El techo, de encina casi negra, era sumamente alto, afectaba la forma de bóveda, y tenia adornos de los más fantásticos, de un estilo que participaba á la vez del gótico y del druidico. En el fondo de esta bóveda melancólica, exactamente en el centro, hallábase suspendida de una sola cadena de oro, de largos anillos, una inmensa lámpara del mismo metal en forma de incensario, que parecía de estilo sarraceno por sus caprichosos calados, á través de los cuales veíanse correr y enroscarse con la viveza de una serpiente los fulgores continuos de un fuego versicolor.
Algunas raras otomanas y candelabros de forma oriental ocupaban diferentes sitios, y el lecho nupcial era también de estilo indio, bajo, esculpido en madera de ébano macizo, y sobrepuesto de un dosel que parecía un paño mortuorio. En cada uno de los ángulos de la cámara elevábase un gigantesco sarcófago de granito negro, extraido de las tumbas de los reyes frente á Luxor, con su antigua cubierta sobrecargada de es-