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XXX
Edgardo Poe

de la embriaguez como en una tumba preparatoria; pero por buena que parezca esta explicación, no me parece bastante completa, y desconfío de ella á causa de su deplorable sencillez.

He sabido que no bebía para saborear, sino como bárbaro, con una actividad y una economía de tiempo del todo americanas, como quien ejecuta un acto homicida, como si hubiera en él algo que matar, una lombriz que no queria morir. Refiérese que un día, en el momento en que iba á casarse por segunda vez (ya estaban publicadas las amonestaciones), y como se le felicitase por su unión, que le deparaba las mejores condiciones de felicidad y bienestar, contestó: «—Posible es que hayáis visto anunciado el matrimonio, pero escuchadme bien: no me casaré.» Dirigióse completamente ebrio á la casa de aquella que debía ser su esposa y escandalizó la vecindad, apelando así á su vicio para librarse de un perjurio con la pobre muerta, cuya imagen vivía siempre en él, y á la que había cantado admirablemente en su Annabel Lee. Considero, pues, que en gran número de casos la embriaguez era cosa premeditada.

Por otra parte, en un largo articulo del Mensajero literario del Sur, esa misma revista cuya fortuna comenzó con Poe, leo que jamás la pureza y finura de estilo del poeta, jamás la claridad del pensamiento, ni su ardimiento en el trabajo, se alteraron un instante por aquella terrible costumbre; que la confección de la mayor parte de sus excelentes escritos precedió ó siguió á una de sus crisis; que después de la publicación de Eveka se entregó deplorablemente á su inclinación; y que en Nueva York, la misma mañana en que el Cuervo salía á luz, y cuando el nombre del poeta circulaba de boca en boca, Poe cruzaba por Broadway tambaleandose y dando traspieses por efecto de su embriaguez. Obsérvese que las palabras precedido ó