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Edgardo Poe

midad estaba ligeramente bañada por los rayos solares cuando una parte del hemisferio oscuro no se veía; y poco tiempo después, todo el borde sombrio se iluminó. Yo pensé que aquella prolongación de los cuernos más allá del semicirculo reconocía por causa la refracción de los rayos del sol por la atmósfera de la luna; y calculé también que la altura de esta atmósfera (que podía refractar bastante luz en su hemisferio oscuro para producir un crepúsculo más luminoso que la luz reflejada por la tierra cuando la luna se halla á unos 32 grados de su conjunción), debía ser de 1356 pies de rey. Según esto, supuse que la mayor elevación capaz de refractar el rayo solar era de 5376 pies.

Mis ideas sobre este punto se confirmaban también con un pasaje del tomo 82 de las Transacciones filosóficas, en el cual se dice que, al efectuarse una ocultación de los satélites de Júpiter, el tercero desapareció después de mantenerse invisible uno ó dos segundos, y que el cuarto no se pudo distinguir al acercarse al limbo (1).

Yo había fundado en la resistencia mi esperanza de (1) Hevelius escribe que algunas veces observó en cielos muy serenos, donde hasta las estrellas de sexta y séptima magnitud brillaban visiblemente, que, supuesta la misma altura de la luna, igual alejamiento de la tierra, y el mismo telescopio, el astro y sus manchas no aparecían siempre tan luminosas. Dadas estas circunstancias, es evidente que la causa del fenómeno no reside en nuestra atmósfera ni en el telescopio, ni en la luna, ni en el ojo del observador, por lo cual debe buscarse en alguna cosa (una atmósfera?) existente al rededor de la luna.

Casini ha observado á menudo que en el momento de quedar ocultos por la luna Saturno, Júpiter y las estrellas fijas, cambiaban su forma circular, tomando la oval; y en otras ocultaciones no sorprendió ningún cambio en aquella. Se podría inferir, de consiguiente, que en algunos casos, pero no siempre, la luna está envuelta en una materia densa, en la cual se refractan los rayos de las estrellas.—E. P.