Abril.—Ni siquiera podía distinguir claramente en el planeta los contornos de los continentes y de los mares. Hacia el medio día me inquietó por tercera vez ese ruido espantoso que tanto me asombrara antes; pero duró más, y fue mayor su intensidad. Poseido de terror, esperaba temblando alguna terrible destrucción, cuando la barquilla osciló con violencia suma, y junto al globo vi pasar una masa de materia, gigantesca, inflamada y rugiendo como el fragor de mil truenos, sin dejarme tiempo de ver lo que era. Cuando me recobré de mi admiración y espanto, supuse naturalmente que aquello debía ser algún enorme fragmento volcánico desprendido de aquel mundo á que me acercaba con tanta rapidez, y sin duda un pedazo de esas singulares sustancias recogidas á veces en la tierra, que se llaman aerolitos, á falta de un nombre más preciso. Abril,—Al mirar hoy hacia arriba, en cuanto me era posible, por cada una de las dos ventanas laterales, ví, con mucha satisfacción, una parte muy pequeña del disco lunar que avanzaba, por decirlo así, mas allá de la vasta circunferencia de mi globo. Mi agitación fue extremada, pues apenas me cabia ya duda que iba á llegar muy pronto al fin de mi peligroso viaje.
A decir verdad, el trabajo que exigia entonces el condensador se acrecentó hasta el punto de ser intolerable, sin dejarme apenas punto de reposo. Ya no debía pensar en dormir; sentía un malestar indecible, y todo mi sér desfallecia; la naturaleza humana no podía soportar más tiempo semejante padecer. Durante el intervalo de las tinieblas, muy corto ahora, otra piedra meteórica pasó de nuevo cerca del globo, y la frecuencia de estos fenómenos comenzó á inquietarme. Abril.—Esta mañana debe ser memorable en mi expedición. Se recordará que el 13 la tierra subtendia relativamente á mí un ángulo de 25 grados; el 14 había