el hemisferio norte se extendía debajo de mí como un inmenso mapa en relieve, y el gran círculo mismo del ecuador formaba la linea fronteriza de mi horizonte.
Vuestras Excelencias, sin embargo, comprenderán fácilmente que las regiones sin explorar aún, y confinadas en los limites del circulo ártico, aunque se hallaban directamente debajo de mí, estaban demasiado lejos del punto de observación para que pudiese practicar un minucioso examen.
Sin embargo, lo que yo veia era de una naturaleza singular é interesante. Al norte de la inmensa faja citada, que se podría definir, salvo una ligera restricción, como límite de la exploración humana en esas regiones, seguia extendiéndose sin interrupción, ó por lo menos muy pequeña una sábana de hielo. Desde su principio, la superficie de aquel mar helado se deprime marcadamente; más lejos parece plano; y por úlmo llega á ser singularmente cóncavo, terminándose en el polo mismo por una cavidad central circular, cuyos bordes se marcan bien, y cuyo diámetro aparente indicaba entonces, respecto á mi globo, un ángulo de 65 segundos, poco más o menos. En cuanto al color, era oscuro, de diversa intensidad, siempre más sombrío que ningún punto del hemisferio visible, y llegando á veces al negro: más allá era difícil distinguir cosa alguna. A las siete de la tarde, el globo pasaba hacia la orilla oeste de los hielos, deslizándose rápidamente en dirección al ecuador. Abril.—He observado una sensible disminución en el diametro aparente de la tierra, y un cambio positivo en su color y aspecto general. Toda la superficie visible presentaba entonces, en diversos grados, un tinte amarillo pálido, y en ciertas partes tenía un brillo casi doloroso para los ojos. La densidad de la atmósfera me molestaba mucho para ver bien; y entre las masas de nubes apenas me era posible distinguir