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Aventura de Hans Pfaall

contoneáronse de derecha á izquierda, murmurando significativamente, guardaron silencio otra vez, y después de gruñir de nuevo, siguieron fumando tranquilamente.

Sin embargo, veiase bajar, acercándose cada vez más á la beata ciudad, el objeto de tan general curiosidad, causa de aquella considerable humareda; de modo que á los pocos minutos el objeto estuvo lo bastante cerca para que se pudiera distinguir con claridad. Parecía ser, y lo era indudablemente, una especie de globo; pero hasta entonces, Rotterdam no habia visto otro semejante, pues quién ha oido hablar nunca de un globo fabricado tan sólo con diarios grasientos? Seguramente nadie en Holanda; y sin embargo, allí, sobre las narices del pueblo, ó más bien á cierta distancia de ellas, veíase el objeto en cuestión, construido—lo sé de buena autoridad—con dicho material, en el que nadie habia pensado hasta entonces para semejante objeto. Aquello era un escandaloso insulto al buen sentido de los menestrales de Rotterdam.

En cuanto á la forma del fenómeno, era más reprensible aún afectaba la figura de un gigantesco gorro de loco completamente invertido; y esta semejanza no se desvaneció en modo alguno cuando al mirarle más de cerca la multitud pudo ver una enorme bellota pendiente de la punta, y al rededor del borde superior ó de la base del cono, una serie de pequeños instrumentos semejantes á las campanillas de las ovejas, que resonaban continuamente.

Pero he aquí otra cosa más extraordinaria aún: suspendido de unas cintas azules en la extremidad de la fantástica máquina, balanceábase, á manera de barquilla, un inmenso sombrero de castor gris americano, de alas en extremo anchas, de copa hemisférica, con una cinta negra y una hebilla de plata. Cosa sin-