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XXI
Su vida y sus obras

varias circunstancias, después de examinar detenidamente ciertas incompatibilidades, con firmes creencias en ciertos dogmas y metempsicosis, podemos decirrepito, sin énfasis ni juego de palabras, que el suicidio es á veces el acto más razonable de la vida.—Y así se forma una compañía de fantasmas, muy numerosa ya, que nos visitan familiarmente, y cada una de las cuales viene á ensalzarnos su reposo actual, imbuyéndonos en sus persuasiones.

Confesemos, sin embargo, que el lúgubre fin del autor de Eureka tuvo algunas excepciones consoladoras, sin lo cual seria preciso desesperar, y la posición no sería sostenible. Mr. Wills, como ya he dicho, habló dignamente, y hasta con emoción, de sus buenas relaciones con Poe; Mrs. John Neal y George Graham llamaron á Mr. Griswold al orden; y Mr. Longfellow (en éste es mucho mayor el mérito, porque el poeta le habia maltratado cruelmente), supo elogiar con nobleza al difunto, ensalzándole como poeta y prosista. Un desconocido escribió que la América literaria acababa de perder su más notable talento.

Pero el corazón más desgarrado y dolorido fué el de la esposa de Poe, que era á la vez su hijo y su hija.

¡Triste suerte, dice Willis, de quien tomo estos datos casi palabra por palabra, triste suerte la de aquel que ella vigilaba y protegia! Poe era un hombre fastidioso, pues no sólo escribía con enojosa dificultad, y en un estilo que estaba muy por encima del nivel intelectual común para que se pudiera pagar bien, sino que siempre tenía apuros por dinero, y con frecuencia él y su esposa, enfermos, carecían de las cosas más necesarias en la vida. Cierto día, Willis vió entrar en su despacho á una mujer envejecida, afable y grave: era la esposa de Poe, que buscaba trabajo para su querido Edgardo. El biógrafo dice que le admiró, no sólo el perfecto elogio y la exacta apreciación que hizo del talen-