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Edgardo Poe

minuto al intervalo de calma de las aguas. A veces, el viento no era tan vivo como lo esperábamos para hacernos á la vela, y entonces se avanzaba más despacio de lo que quisiéramos, pues la embarcación era más difícil de gobernar á causa de la corriente.

Mi hermano mayor tenía un hijo de diez y ocho años, y yo dos que ya eran unos mocetones, y podían servirnos de mucho en semejante expedición, ya para manejar el remo, ó bien para pescar; pero aunque nosotros nos aviniésemos á exponer la vida, no teníamos corazón para permitir que aquellos jóvenes arrostrasen un peligro verdaderamente horrible, pues efectivamente lo era.

Hace ahora tres años menos algunos días que ocurrió lo que voy á referirle á usted. Era el 10 de Julio de 18..., día que la gente del país no olvidará nunca, porque en ese día estalló la más espantosa tormenta que jamás se haya conocido. Sin embargo, toda la mañana, y hasta muy entrada la tarde, habiamos tenido una agradable brisa del sudoeste, y el sol era tan magnífico, que el más práctico marinero no hubiera podido prever lo que iba á ocurrir.

Los tres habíamos pasado, mis dos hermanos y yo, á través de las islas á las dos de la tarde, y muy pronto tuvimos la embarcación cargada de una magnífica pesca, mucho más abundante aquel dia que lo fuera nunca hasta entonces, según observamos los tres.

Eran las siete en mi reloj cuando levamos anclas para volver á casa, á fin de franquear lo más peligroso del Strom en el intervalo de las aguas tranquilas, que, como ya sabiamos, debía producirse á las ocho.

Nos hicimos á la vela con una buena brisa á estribor, y durante algún tiempo avanzamos con bastante rapidez, sin pensar ni remotamente en el peligro, pues en realidad no veíamos la menor causa de inquietud. De repente nos sorprendió un salto de viento que venía