cuadro del geógrafo Nubio y su Mar de las Tinieblas: era un espectáculo más espantoso y desolado de lo que ninguna imaginación humana hubiera podido concebir; á derecha é izquierda, en todo el espacio que la vista alcanzaba, prolongábanse, como murallas del mundo, las líneas de un acantilado horriblemente negro y como suspendido, cuyo carácter sombrío acrecentábase por la resaca que subía hasta su cuesta blanca y lúgubre, produciendo un siniestro mugido. Frente al promontorio en cuya cima estábamos, á la distancia de cinco ó seis millas marinas, divisábase una isla, al parecer desierta, ó más bien se adivinaba por la violenta agitación producida en las rompientes que la circuían. A unas dos millas más hacia tierra elevábase otro islote, pedregoso y estéril, rodeado de algunos grupos de rocas negras.
El aspecto del Océano, en la extensión comprendida entre las orillas y la isla más lejana, tenía algo de extraordinario: en aquel momento soplaba por la parte de tierra tan fuerte brisa, que un brik, aunque bastante fuera, manteníase á la capa con dos rizos en su lona, á pesar de lo cual su casco se hundía algunas veces del todo. Sin embargo, no parecía haber alli ninguna fuerte marejada, aunque, á pesar del viento, las olas se entrechocaban en todos sentidos, y veíase muy poca espuma, como no fuera en las inmediaciones de las rocas.
—La isla que se divisa allá abajo—continuó el anciano—se designa por los noruegos con el nombre de Vurrgh; la que está á medio camino es Moskoe, y la que se halla á una milla al norte se llama Ambaaren; más lejos están Islesen, Hotholm, Keildhelm, Suarven y Buckolm, y á éstas siguen, entre Moskoe y Vurrgh, Otterholm, Flimen, Sandflesen y Estokolmo. Tales son los verdaderos nombres de esos puntos; pero no sé por qué he creído necesario nombrarlos, ni me lo