—Reflexioné que el escritor se impuso como regla reunir sus palabras sin división alguna, como para que fuera más difícil la solución. Ahora bien, el hombre que no sea muy sutil se inclinará casi siempre, en semejante caso, á traspasar los límites comunes: cuando en el curso de su escrito llega á una interrupción del sentido, que naturalmente exigiría una pausa ó un punto, tiene empeño en estrechar los caracteres más que de costumbre; y si usted examina el documento, reconocerá usted con facilidad que hay acumulación de caracteres en cinco partes.
(Un buen cristal en el palacio del obispo, en la silla del diablo—cuarenta y un grados y trece minutosnordeste cuarto al norte—tronco principal de la séptima rama del lado Este—tirese desde el ojo izquierdo de la calavera—una línea á plomo desde el árbol á través de la bala cincuenta pies fuera.) —A pesar de esa división—repliqué—me quedo á Oscuras.
—Lo mismo me sucedió á mí durante algunos días —repuso Legrand.—En ese tiempo practiqué muchas investigaciones en la inmediación de la isla de Sullivan respecto á un edificio que debía llamarse Palacio del Obispo, pues no hice aprecio de la antigua ortografia de la palabra hostel; y no habiendo obtenido dato alguno, disponiame á ensanchar la esfera de mis pesquisas, para proceder de una manera más sistemática, cuando cierta mañana recordé repentinamente que el Palacio del Obispo (Bishop s hostel) podría referirse muy bien á una antigua familia apellidada Bessop, que desde tiempo inmemorial poseía un antiguo castillo situado á unas cuatro millas al norte de la isla. En su consecuencia fui á la plantación é hice varias preguntas á los negros más ancianos de la localidad; entre ellos encontré una vieja que me aseguró haber oído hablar de un sitio conocido con el nombre de Bessop s