los contornos exteriores, ó sea los más inmediatos al borde del pergamino, se distinguian mucho mejor que los otros; y como esto demostraba evidentemente que la acción del calórico había sido imperfecta ó desigual, encendí al punto fuego y someti cada parte á un calor abrasador. Al principio, esto no produjo más efecto que reforzar las líneas algo pálidas de la calavera; pero continuando la operación, vi aparecer en un ángulo de la faja, diagonalmente opuesto á aquel en que se había trazado la calavera, una figura que me pareció ser la de una cabra; un examen más atento me permitió convencerme de que se había querido dibujar un cabrito.
—¡Ah, ah!—exclamé yo;— no tengo derecho á burlarme de usted, pues millón y medio de duros no es cosa para chancearse; pero supongo que no tratará usted de agregar un tercer anillo á su cadena, pues no hallará relación alguna especial entre sus piratas y una cabra. Sabido es que los piratas no tienen nada que ver con estos animales.
—No acabo de manifestarle que la figura no era la de una cabra?
—¡Bien! vaya por el cabrito; pero es casi la misma cosa.
—Casi, mas no del todo—replicó Legrand.—Tal vez haya usted oido hablar de cierto capitan Kidd: yo consideré al punto la figura del animal como una especie de firma logogrifica, ó geroglifica (Kid, cabrito); y digo firma porque el lugar que ocupaba en el pergamino sugería naturalmente esta idea. En cuanto á la calavera, situada en el ángulo diagonalmente opuesto, parecía un sello ó estampilla, pero quedé desconcertado por la falta del cuerpo mismo de mi documento, es decir del texto.
—Presumo que esperaba usted encontrar una carta entre el timbre y la firma.