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Edgardo Poe

tigarme porque me escapé y estuve todo el día solo en medio de las colinas? A fe mia, creo que sólo mi mal aspecto me libró del correctivo.

»Nada he agregado á mi colección desde que nos vimos la última vez..

»Vuelva usted con Júpiter, si puede hacerlo sin molestarse demasiado. Venga usted, venga usted; deseo verle esta noche para un asunto grave, y asegúrole que es de la más alta importancia.» Su affmo.

GUILLERMO LEGRAND.

En el estilo de aquella carta había algo que me causó mucha inquietud, porque diferia completamente del que Legrand solía usar. ¿En qué diablos soñaba?

¿Qué nueva manía se habría apoderado de su excitable cerebro? ¿Cuál sería el asunto de tan alta importancia de que me hablaba? La relación de Júpiter no presagiaba nada bueno, y temi que la continua presión que el infeliz sufria hubiera trastornado al fin el juicio de Legrand. Sin vacilar un momento me preparé, por lo tanto, para acompañar al negro.

Al llegar al muelle observé que en el fondo de la barca que debía conducirnos habia una hoz y tres azadones, todos nuevos.

—¿Qué significa eso, Júpiter?—pregunté al negro.

—Es una hoz y unos azadones.

—Ya lo veo; pero, ¿qué hace eso aqui?

—Massa Guillermo me ha dicho que comprara estos útiles en la ciudad, y por cierto que me cuestan bien caros. ¡Para el diablo que compre semejantes utensilios!

—Pero, en nombre del cielo, ¿qué ha de hacer tu amo con la hoz y las azadas?

—Me pregunta usted más de lo que yo sé, y no creo que él sepa tampoco lo que ha de hacer; el diablo me