Habia en el estilo de esta carta alguna cosa que me causó una gran inquietud. Este estilo diferia absolutamente del habitual de Legrand. ¿En qué diablos soñaba? ¿Qué nueva locura habia tomado posesion de su escesivamente escitable cerebro? ¿Qué negocio de tan alta importancia podía él tener que cumplir? La relacion de Júpiter no presagiaba nada bueno; temía que la presion contínua del infortunio no hubiera, á la larga, trastornado irremisiblemente la razon de mi amigo. Sin vacilar un instante, me prepare á acompañar al negro.
Llegando al muelle, noté una guadaña y tres azadas, todas igualmente nuevas, que yacian en el fondo del esquife en que íbamos á embarcarnos.
—¿Qué significa todo esto, Júpiter? pregunté.
—Esto, son una guadaña y azadas, señor.
—Ya lo veo, pero ¿qué hace ahí todo eso?
—Amo Will me ha mandado comprar para él en la ciudad esta guadaña y estas azadas; las he pagado bien caras; esto nos cuesta un dinero de todos los diablos.
—Pero, en nombre de todo lo que hay aquí de misterioso, ¿qué es lo que tu amo Will vá á hacer con la guadaña y las azadas?
—Me preguntais más de lo que sé; el mismo amo no sabe más; el diablo me lleve si yo no estoy convencido de ello. Pero todo esto lo trae el escarabajo.
Viendo que no podia sacar ningun rayo de luz