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EDGAR POE.

mento de estrujarle, sin duda para arrojarle al fuego, su vista cayó por acaso sobre el dibujo y toda su atencion pareció encadenada allí. En un instante su rostro se puso de un color rojo intenso; despues pálido sucesivamente. Durante algunos minutos, sin moverse de su sitio, continuo examinando el dibujo minuciosamente. á la larga se levantó, tomó una bujía de sobre la mesa y fué á sentarse sobre un cofre, al otro estremo de la sala.

Allí volvió de nuevo á examinar curiosamente el papel, volviéndole en todos sentidos.

Entretanto nada dijo y su conducta me causaba un gran asombro, pero no juzgué oportuno exasperar con ningun comentario su mal humor creciente. En fin, sacó del bolsillo de su traje una cartera y guardó el papel cuidadosamente y depositó todo en un pupitre que cerró con llave.

Volvió á hablar del asunto con palabras más serenas, pero su entusiasmo habia desaparecido totalmente. Tenia el aire más bien concentrado que mohino. á medida que la noche avanzaba, él se absorvia más y más en su meditacion, ninguna de mis agudezas pudo distraerle. Primitivamente, habia tenido la intencion de pasar la noche en la cabaña, como habia hecho más de una vez, mas viendo el humor de mi huésped, juzgué más conveniente despedirme. No hizo ningun esfuerzo para retenerme; pero cuando partí, me apretó la mano con una cordialidad aun más viva que de costumbre.