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EDGAR POE.

voz. El ruido seguía, sin embargo, en aumento, ¿y qué podía yo hacer? Era un ruido sordo, apagado, frecuente, semejante al que haría un reló envuelto en algodon. Yo respiraba trabajosamente; los agentes no oían nada todavía. Aceleró aun más la conversacion y hablé con mayor vehemencia; pero el ruido crecía sin cesar. Levantóme y disputó sobre futilezas en alta voz y con una gesticulacion violenta; pero el ruido crecía, crecía cada vez más. ¿Por qué no querían irse? Yo medí el entarimado, á grandes y ruidosos pasos, como exasperado por las observaciones que los agentes me hacían; pero el ruido crecía, crecía por grados. ¡Oh Dios! ¿qué podía yo hacer? Rabié, pateé y juré, arrastré mi silla y la hice resonar sobre el entarimado; pero el ruido lo dominaba todo y crecía indefinidamente. ¡Más fuerte, más fuerte! Siempre más fuerte!! Y los hombres continuaban hablando, y bromeando y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Dios todopoderoso! no! no! ellos oian! ¡Sabian, se burlaban de mi espanto! lo creí entónces y todavía lo creo. Cualquier cosa hubiera sido más tolerable que esta burla. Yo no podía soportar por más tiempo aquellas hipócritas sonrisas, y entretanto el ruido, ¿lo oís? escuchad, más alto! más alto! siempre más alto! Siempre más alto!

— ¡Miserables! grité, ¡No disimuléis más tiempo! yo lo confieso! Arrancad esas tablas! Ahí está! Ahí está! Ese es el latido de su horrible corazon.