tomando un paso más lento y casi podria decirse vacilante. Cruzó en distintas direcciones la travesfa, formando caprichosos zigs-zags de una acera en otra, y entre los que iban y los que venian tuve que someterme á surcar las aguas de mi perseguido, temeroso de perder su estela siguiendo el camino más regular y directo. Era la tal calle estrecha y larga, y aquel paseo de cerca de una hora me fatigó bastante; viendo reducirse la multitud á la cantidad de gente que se nota por lo comun en Broadway, cerca del parque, al medio dia; tan grande es la diferencia entre el gentio de Lóndres y el de la ciudad americana más populosa.
Al cabo de la dilatada calle travesera entramos en una plaza, brillantemente iluminada por el gas y rebosando exhuberante vida. El individuo recuperó el primer aire que tanto me habia chocado al verle. Dejó caer la barba sobre el pecho y sus ojos chispearon rutilantes bajo sus contraidas cejas, al registrar los objetos en su contorno, pero no detrás de él, por fortuna mia. Apresuró el paso; pero no convulsivamente, sino con regularidad y en gradacion calculada, y no fué poca mi sorpresa al ver que dando la vuelta á la plaza, volvía atrás, comenzando su estrambótico paseo como una tarea impuesta. Entonces me vi precisado á una porcion de hábiles maniobras, para evitar que en uno de aquellos retrocesos súbitos descubriese mi curioso espionaje.