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EDGAR POE.

dores de papeles públicos; los trovadores del vulgo y los saltimbanquis; artesanos y trabajadores, rendidos de fatiga despues de tantas horas de sugecion y de faenas; y todo esto, lleno de una actividad ruidosa y desordenada, que abrumaba el oido con sus discordancias, produciendo una sensacion dolorosa á la vista del observador reflexivo.

A proporcion que adelantaba la noche el interés de la escena tomaba incremento y me cautivaba con su estraño prestigio; porque no solo se alteraba el carácter general da la multitud, sino que los resplandores del alumbrado, débiles cuando luchaban con los reflejos últimos del dia, cobrando brio en la densidad de las sombras, arrojaban destellos vivos y brillantes sobre los objetos en su radio luminoso. En igual proporcion, los accidentes más notables de aquella multitud, perdiéndose con el retiro gradual de la parte sana de la poblacion, cedian su puesto en aquel torbellino espumante á los accidentes más groseros, que en un relieve fantástico, acumulaban en grupos vigorosos todas esas infamias que la noche evoca de sus tugurios y hace salir de sus antros. Todo allí era negro, aunque brillante, como ese lustroso ébano, á que ha comparado la crítica el peculiar estilo de Tertuliano.

Los escéntricos efectos de aquella luz rojiza y vacilante me indujeron á examinar los rostros de aquellos individuos, y aunque la rapidez vertijinosa con que aquel mundo de luz lucía delan-