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EDGAR POE.

vista en un choque incesante. Jamás me habia encontrado en situacion análoga, ó por mejor decir, nunca habia tenido conciencia de aquella situacion, aunque hubiera pasado por ella mil veces, y este tumultuoso océano de humanas cabezas me proporcionaba una deliciosa emocion de gustosa novedad. Concluí por no prestar atencion alguna á lo que pasaba en el interior del hotel, absorviéndome en la contemplacion de la escena que ofrecia la espaciosa calle.

Mis observaciones tomaron desde luego un giro abstracto y generalizador; mirando á los transeuntes como masas, y no consideråndolos más que en sus relaciones colectivas: Pronto, sin embargo, entré en pormenores, examinando con interés minucioso la innumerable variedad de figuras, trazas, aires, maneras, rasgos y accidentes.

El mayor número de los que pasaban tenian un exterior agradable y parecian preocupados por sérios asuntos; no pensando en otra cosa generalmente que en abrirse camino al través de la multitud. Fruncian las cejas y giraban los ojos con vivacidad, y cuando los transeuntes los impelian, tropezando con ellos, no daban señales de impaciencia, sino se solian abotonar para ofrecer menos volúmen al frecuente choque de importunos, distraidos ó rateros.

Otros, y la clase era bastante numerosa, denunciaban en sus movimientos cierta inquietud; expresando su fisonomía una singular ajitacion;