tigo y el horror se confunden en un solo sentimiento nebuloso, indefinible. Gradual, insensiblemente esta nube toma forma como el vapor de la botella de donde se levanta el génio de las Mil y una noches. Pero de nuestra nube se levanta, al borde del precipicio, cada vez más palpable una sombra mil veces más terrible que ningun génio ó demonio de la fábula; y sin embargo no es más que un pensamiento; pero un pensamiento horrible, que hiela hasta la médula de los huesos, infiltrando hasta ella las delicias feroces de su horror. Es simplemente la idea ¿de qué sentiríamos durante el descenso si cayésemos de semejante altura? Y por cuanto esta caida y horroroso anonadamiento llevan consigo la más terrible y odiosa de cuantas imágenes odiosas y terribles de la muerte y del sufrimiento podemos figurarnos, por tanto la deseamos con mayor vehemencia. Y porque nuestra razon nos aleja violentamente del abismo, por esto mismo nos acercamos á él con más ahinco. No hay pasion más diabólica en la naturaleza que la del hombre, que espeluznándose de horror á la boca de un precipicio, siente que por sus mientes cruza la idea de echarse en él. Dejar libre el pensamiento, intentarlo siquiera un solo instante, es perderse irremisiblemente; porque la reflexion nos manda abstenernos, y por eso mismo, repito, no podemos hacerlo. Si no hay un brazo amigo que nos detenga, ó somos incapaces de un esfuerzo repentino para huir lejos del abis-
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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS