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EDGAR POE.

existencia no es para mí más cierta que esta proposicion: la certeza del pecado ó error que un acto lleva consigo es frecuentemente la única fuerza invencible que nos obliga á ejecutarlo. Y esta tendencia que nos obliga á hacer el mal por amor del mal, no admite análisis ni descomposicion alguna. Es un movimiento radical, primitivo, elemental. Dirase, yo lo espero, que si persistimos en ciertos actos porque sabemos que no deberíamos persistir en ellos, nuestra conducta no es más que una modificacion de aquella á que dá origen la combatividad frenológica; pero una simple ojeada bastará para descubrir la falsedad de semejante idea. La combatividad frenológica tiene por causa la necesidad de la defensa personal: ella es nuestra salvaguardia contra la injusticia; su principio tiende á favorecer nuestro bienestar; así es que al mismo tiempo que la combatividad se desarrolla, crece en nosotros el deseo del bienestar. Síguese de aquí que el deseo del bienestar debiera excitarse en todo principio, que no fuera otra cosa sino modificacion de la combatividad; pero en el caso de este no sé qué, á que llamo perversidad, no solamente no se despierta el deseo del bienestar, sino que aparece un sentimiento completamente contradictorio.

La mejor respuesta al sofisma de que se trata, la encuentra cada cual examinando su propio corazon. Ninguno que lealmente consulte á su alma se atreverá á negar lo absolutamente