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EDGAR POE.

Se había abierto una especie de sumaria la cual se había dado en seguida por satisfecha.

Una indagacion se había ordenado también, pero naturalmente nada podía descubrirse. Al cuarto dia después del asesinato, una porcion de agentes de policía se presentaron inopinadamente en la casa y se procedió de nuevo á una esquisita investigacion de lugares. Confiando sin embargo en la impenetrabilidad del escondrijo, no esperimenté ninguna turbacion. Los oficiales me hicieron acompañarles en la pesquisa. No dejaron de ver ni un rincon, ni un ángulo. Por fin, por tercera ó cuarta vez bajaron al sótano, Mi corazon palpitaba pacíficamente, como el de un hombre que duerme en la inocencia. Recorrí de punta á punta el sótano, crucé mis brazos sobre mi pecho y me paseé descuidadamente de un lado para otro.

La justicia estaba plenamente satisfecha, y se preparaba á marchar. La alegría de mi corazon era demasiado fuerte para ser reprimida. Me quemaba el deseo de decir una palabra, solo una palabra en señal de triunfo, y hacer duplicadamente palpable la conviccion acerca de mi inocencia.

— Caballeros, dije al fin, cuando la gente subía la escalera, estoy satisfecho por haber desvanecido vuestras sospechas. Os deseo á todos buena salud y un poco más de cortesanía. Sea dicho de paso, caballeros, ved aquí una casa singularmente bien construida (en mi rabioso