Página:Historias extraordinarias (1871).djvu/37

Esta página ha sido corregida
33
HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

mis piernas y casi me dejaba caer al suelo, ó bien introduciendo sus largas y agudas garras en mis vestidos, trepaba de esta manera hasta mi pecho.

En estos momentos, aunque yo deseaba matarle de un golpe, me detenia, en parte por el recuerdo de mi primer crimen, pero principalmente, debo confesarlo, por un verdadero terror que me causaba el animal.

Este terror no era positivamente el terror de un mal físico, y sin embargo, me sería muy difícil definirlo de otra manera. Estoy casi avergonzado de confesarlo. Si; aun en este lugar de criminales, casi me avergüenzo al confesar que el terror y el horror que me inspiraba el animal se habían aumentado por una de las más grandes quimeras que es posible concebir.

Mi mugar habia llamado mi atencion más de una vez sobre el carácter de la mancha blanca de que he hablado y que constituía la única diferencia visible entre el nuevo animal y el que yo habia matado. El lector recordará sin duda, que esta marca, aunque grande, estaba primivivamente indefinida en su forma, pero lentamente, por grados, por grados imperceptibles, y que mi razon se esforzó largo tiempo en considerar como imaginarios, habia tomado á la larga una rigorosa precision de contorno.

Era, pues, la imágen de un objeto que me hace estremecer al nombrarlo: era lo que sobre todo me hacia tener al monstruo horror y re-