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EDGAR POE.

en mi cuarto á través de una ventana abierta.

Esto, sin duda, había sido hecho con el fin de despertarme. La caida de los otros muros habia comprimido á la víctima de mi crueldad en el yeso recientemente estendido; la cal de este muro, combinada con las llamas y el amoniaco del cadáver, habrían obrado la imágen, tal cual yo la veia. Auque yo satisfice así á mi razon prontamente, sino tan rápidamente á mi conciencia, relativamente al suceso sorprendente que acabo de contar, obró sobre mi imaginacion una impresion profunda.

Durante muchos meses no pude desembarazarme de la sombra del gato y durante este período envolvió á mi alma un semi-sentimiento, que parecía ser, pero que no era, el remordimiento mismo. Llegué hasta llorar la pérdida del animal y buscar en rededor mio en los tugurios miserables, que en tanto frecuentaba habitualmente, otro favorito de la misma especie, y de una figura parecida, que le supliera.

Una noche, como estuviese sentado medio aturdido, en una tasca más que infame, fué repentinamente atraída mi atencion hácia un objeto negro que reposaba en lo alto de uno de sus inmensos toneles de gin ó rom, que componían el principal mueblage de la sala.

Hacia algunos momentos que miraba á lo alto de este tonel y lo que me sorprendía era no haber notado desde luego el objeto colocado encima.