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EDGAR POE.

ra decidirme á intentar la ascension.

Pensaba yo que la costumbre de la presion atmosférica en la superficie terrestre, entraba por mucho como causa de los sufrimientos que esperimenta la vida animal á cierta distancia por cima de dicha superficie; de modo, que si los gatillos llegaban á sufrir malestar en grado igual que su madre, debería contemplar errónea mi teoría y si se verificaba lo contrario, sería un apoyo escelente para confirmarla.

A las ocho llegué á una altura de diez y siete millas, así que tuve la evidencia de que no solo crecía la velocidad ascensional, sino que semejante crecimiento hubiera sido apreciable aunque ligeramente hasta en el caso de no haber arrojado lastre como lo hice. Los dolores de cabeza y de oidos me asaltaban por intérvalos con violencia, y á ratos tambien seguia arrojando sangre por las narices, sin embargo de que en definitiva sufría mucho menos de lo que pensaba haber sufrido. Con todo, la respiracion se me hacía más dificultosa por minutos y cada inhalacion iba acompañada de un movimiento espasmódico dėl pecho fatigosísimo. Entonces estendí el aparato condensador á fin de ponerlo á funcionar inmediatamente.

El aspecto de la tierra en este período de mi ascension era magnífico en verdad: hasta donde alcanzaba mi vista por el oeste, norte y sur, se estendía una sábana ilimitada de mar al parecer inmóvil, que de segundo en segundo toma-