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EDGAR POE.

respirar casi con perfecta libertad; en cuanto á la gata y los pichones no daban muestras de sufrir incomodidad ni molestia alguna.

A las siete menos veinte minutos el globo entrở en la region ocupada por una nube grande y espesa, circunstancia que me fastidió mucho, dañando algun tanto el aparato condensador y dejándome calado hasta los huesos. Hallé estraordinario semejante encuentro, porque nunca creí que una nube de tal naturaleza pudiera sostenerse á tanta elevacion. Consideré acertado arrojar dos pedazos de lastre de cinco libras cada uno, quedándome así con ciento sesenta y cinco libras todavía; y gracias á esta operacion atravesé rápidamente el obstáculo, observando inmediatamente que había ganado en velocidad de una manera prodigiosa. Pocos segundos despues de salir de la nube, un deslumbrador relámpago la cruzó de uno á otro estremo incendiándola totalmente, dándola todo el aspecto de una masa de carbon encendido. Hay que acordarse de que esto tenía lugar en medio del dia, y nada contemplo capaz de dar una idea de là sublimidad que presentaría semejante fenómeno en medio de las tinieblas de la noche, retratando al vivo, por decirlo así, el infierno mismo; pues que como yo lo ví, bastó el espectáculo para erizarme los cabellos. En tanto que sondaba con la vista los abismos, dejaba á la imaginacion engolfarse y correr hácia espacios cubiertos de inmensísimas bóvedas, cavernas y profundas si-