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EDGAR POE.

po en reflexionar sobre el mejor medio de suicidarme.

Entretanto mis importunos acreedores apenas me dejaban libre un solo momento de meditacion, y mi casa se hallaba literal y materialmente sitiada por ellos desde la mañana hasta la noche.

Tres especialmente me incomodaban de un modo espantoso, haciendo la centinela contínuamente en mi puerta y amenazándome siempre con los tribunales. Propúseme tomar venganza de aquellos tres maldecidos, si alguna vez llegaba á tener la dicha de poderlos coger entre mis uñas; asi que la dulce esperanza de realizar tal deseo, fué la causa que me impidió ejecutar inmediatamente el plan de suicidio, reducido á levantarme la tapa de los sesos de un trabucazo. Mientras tanto pensé convendria más disimular la cólera, ser largo en promesas y no escaso en buenas palabras, para dar así tiempo á que la veleidosa fortuna ofreciera ocasion propicia al logro de mi venganza.

Un dia que conseguí burlar la vigilancia de mis acreedores y que me hallaba más abatido que de costumbre estuve vagando mucho tiempo sin objeto ni fin alguno por las calles más lóbregas hasta đarme un encontron con el puesto de un librero ambulante; dejéme caer sobre un sillon allf colocado para comodidad de los lectores, y sin darme razon de lo que hacía, con un humor endiablado, abrí el primer libro que encontré á la mano. Era un reducido folleto de as-